Una Vida Para Amar.
Posiblemente
logre tantas cosas en vida, pero una, solamente una será
significativa, una perdurará por siempre, años tras años, décadas
tras décadas y, de seguro, esa cosa va a ser el amor que coseché
durante toda esa vida, ese amor que comenzó a crecer con
deficiencia, que quería florecer, pero el abono infértil dentro de
mí no se lo permitía, constantemente se lo impedía, no obstante,
la raíz nunca murió, viva permaneció, creció, se desarrolló y,
actualmente, se convirtió en lo que es. Un amor tan puro, tan real,
tan sensible al tacto, tan humilde y sincero, un amor que se hizo
fuerte y creció para quedarse, se desarrolló para permanecer e
inundar cada espacio en el cual esté.
Del
amor al odio debería haber más que un solo paso, debería haber un
puente infinito, puente en el cual se pueda reflexionar al respecto,
puente en el cual el amor predomine y el odio no vaya más allá de
las palabras, puente en el cual de todos los sentimientos el odio
esté ausente o, incluso, éste no esté, no exista, que no haga
daño, no lastime, no mal trate y no desuna a las personas.
Confieso
que he odiado, pero también confieso que el odio que he sentido no
hace daño más que a uno mismo, a nuestro ser, a nuestra esencia, a
nuestro cuerpo, a todo lo que somos y, a lo que siempre seremos si
continuamos odiando, impidiendo con ello crecer, no físicamente,
sino mental y espiritualmente, además de eso, no podremos sentirnos
bien con nuestro entorno ni con nosotros mismos. Odiar no es bueno,
no lo es. Amar es una buena opción para aquel que desee ser feliz y,
a su vez, compartir dicha felicidad.
"Ama
y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás
con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con
amor."
- Tácito.
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